ALIMENTACIÓN Y EDUCACIÓN I

ALIMENTACIÓN Y EDUCACIÓN I

Existe una creencia extendida entre los padres y madres de familia de que la cantidad de ingesta de comida en sus hijos repercutirá en un mejor estado de salud. Esto, evidentemente, puede ser engañoso (y peligroso) ya que la cantidad de ingesta de comida no necesariamente desemboca en una mejora de la salud de los niños pues cantidad no es sinónimo de calidad. Este tipo de creencia de los padres puede resultar peligrosa, especialmente en aquellos que tienen bajo su tutela niños entre los 0 y 5 años: etapa crítica de su desarrollo pues ello determinará en gran medida el futuro de los niños en casi todos los ámbitos de la vida, especialmente en la capacidad de aprendizaje de los niños lo cual nos lleva a pensar en la relación que existe entre la alimentación y el éxito escolar.

Creer que mientras más peso tengan los niños redundaría positivamente en su salud es quizá una de las creencias más perniciosas para los niños y, por ende, para la sociedad. Una de las consecuencias (o correlaciones) más graves de esto es el padecimiento de la anemia en los niños: está comprobado que el padecimiento de anemia en las edades más tempranas puede traer consecuencias graves en su desarrollo cerebral y por tanto cognitivo. Viéndolo solo desde el punto de vista escolar la anemia está asociada a un pobre desarrollo cognitivo y, en especial, al fracaso escolar. Es por ello que, en los últimos años, los programas estatales tienen un enfoque intersectorial pues no es posible anhelar educación de calidad si no hay alimentación de calidad. Programas como Qaliwarma son una muestra de la toma de conciencia por parte de las entidades gubernamentales del rol que juega en la calidad educativa el estado de salud de los niños y niñas.

Sin embargo, ¿hasta qué punto los padres, madres y/o apoderados de los niños son plenamente conscientes de ello? El recientemente aprobado Proyecto Educativo Nacional al 2036 (PEN al 2036) hace un fuerte hincapié en el ejercicio pleno de la ciudadanía; parte de este ‘ser ciudadanos’ nos obliga a repensar y sobre todo conocer nuestros derechos y deberes. El PEN al 2036 concibe a la educación como un eje transversal a todas las instituciones y organismos del Estado: se descarta, entonces, la educación como un ámbito que solo le incumbe al Ministerio de Educación.

En esa línea, la buena alimentación (la alimentación de calidad) no es responsabilidad solamente de algunos ministerios o de las autoridades, sino que es un asunto que nos involucra a todos y que nos debería llamar a pensar en la alimentación no solo como el mero hecho de saber el nombre de los alimentos y cómo se da el proceso digestivo. Es necesario que, más allá de saber los conceptos, se practique y se inculque en las personas, desde temprana edad, una alimentación balanceada y saludable: los padres de familia y la sociedad en general tienen la gran tarea de reeducarse y conocer el gran impacto que puede causar una mala alimentación en los niños. El padecimiento de la anemia (ya sea por falta de conocimiento o por falta de recursos) y todo lo que conlleva: propensión a contraer enfermedades, pobre desarrollo cognitivo, etc. Las consecuencias de ignorar este problema afectan a la sociedad a todo nivel pues son los niños quienes, en el futuro, desde cualquier ámbito en el que participen, contribuirán al desarrollo de país. En algunos casos serán estos niños quienes tomarán decisiones importantes que afectarán a los habitantes de toda una nación: un pobre desarrollo de las habilidades cognitivas podría conllevar a un aprendizaje mediocre y ello a tomar malas decisiones.

Por ello es importante aprender a vivir bien, lo que significa, para efectos de este artículo, el aspecto alimenticio. Por otro lado, se debe pensar la educación no solo como la mera transmisión de conocimientos sino su puesta en práctica; es decir un cambio en los hábitos alimenticios. La comida peruana es una de las más conocidas en el mundo; no obstante, ello no es sinónimo de que consumirla sea lo más saludable, como intuitivamente podría pensarse. De hecho, los platillos peruanos que a todos gustan suelen ser excesivamente altos en carbohidratos: piénsese solamente en que muchos de los platos peruanos tradicionales concentran grandes cantidades de arroz y papa, pero carecen (o tienen en mucha menor proporción) de otros productos con un mayor valor nutricional. En el próximo artículo abordaremos este problema en el contexto de la región Ayacucho y su impacto en la educación y desarrollo.

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