Creerán que lo que les voy a contar está íntimamente ligado con la buena estrella que tienen los suertudos, mas no se equivoquen, que la historia o relato, contradictoria, por cierto, llega hasta lo increíble. No digo más, he aquí los hechos.
La bronca tormenta, que tenía a la población sumida en la más terrible angustia, fustigaba fieramente a la comunidad. La débil chocita con sus cuatro paredes de quincha unidas férreamente a cuatro columnas de fornidos troncos de eucalipto y sobre ellos vigas del mismo tipo de maderos que revestidos con cañas de guayaquil chancadas, convertidos en planchas que servían de base a las ramas de plátano y coco cumplían la función de techo de la humilde morada de Micaela y su familia, quienes trataban de cuidarla evitando el riesgo de su destrucción total: cuidarla y protegerla de cualquier intento que les afectase mortalmente era la consigna.
“No pienses debilucha choza, que tus esfuerzos vanos lograrán contener la furia que me abriga”. La había amenazado, en su alocada prisa por juntar más fuerzas malévolas, la bronca tormenta. Hasta los animalitos, acostumbrados a estos devaneos del tiempo, asustadísimos se encontraban. “No, mujer, nooo”, Micaela, conteniendo su espíritu de mujer coraje replicó: “¡la chocita!, ya hace tanto que sus fuerzas flaquean, salgamos y hagamos frente a la maligna tormenta. ¡Qué se ha creído! ¿Qué le tenemos temor? ¡Conmigo se las ha de ver, yo doy vida y la vida me respalda! ¡Ya verá! Isidro, como haciendo caso a su mujer cogió fuertemente entre sus brazos a su hijo Domingo, y de un salto ya estaba junto a su mujer. “Pues contigo, hasta el más allá estaré, mujer.”
“Vientos del Norte, Sur, Este y Oeste venid a mí; aguas de tierra y cielo, carguen en mí sus tormentas hídricas, ya». “Parlamento, parlamento” sugirió el viento sureño, “Sí, sí…” Repitieron, casi al unísono, los demás.
No es dable que una humana, diminuta especie de la creación, se atreva a desafiarnos y más aún a mí, la temida tormenta, bien saben que hasta las monstruosidades naturales cayeron ante mi fuerza incontenible… Sí lo sabemos, interrumpió la fina garúa, pero eso ya suena a abuso y creo que atenta contra los designios del Creador, mas… ¡Cállate, timorata Garúa…! Hubo un silencio total, nadie se atrevió, ni siquiera a murmurar: rayo se apagó, relámpago se opacó; trueno, enmudeció; los vientos, desde la ventisca, retrocedieron y en una esquina, como acurrucados aguardaban el desenlace. Nadie osó preguntar, peor, refutar.
“La noche se avecina, salgamos de la chocita, porque la furia es contra nosotros y nuestra fiel morada muestra agotamiento en su protección. Ya mismo la oscuridad la tenemos encima. Coge a “Misaelito” y sigue el cauce de este riachuelito que siempre lo hemos tenido cerca, como a nuestro hijito lo tratamos y agüita limpia siempre nos ha dado. Síguelo cuesta arriba hasta su inicio, no te olvides hasta su inicio…¡Isidro, hasta su inicio!” “Siempre haces lo que tu mujer te dice, y eso tiene un nombre, Isidro… ‘Sacolargo’ mi amigo”. ¿Que yo sacolargo?, las huiflas, sucede simplemente que la mujer manda en casa y eso sí es democracia familiar, ¿es malo ayudar en los quehaceres del hogar? Sepan bien hombres del Ande y selva la igualdad es compartida. Sí, pero en tu caso es subyugante jajajajaja. El grupo soltó una carcajada estruendosa». Qué me pasa, por un momento me aparté de mi cometido, bueno ya estoy cerca al inicio, ya estoy cerca.
El día lúgubre acentuaba anticipadamente la parte nocturna de las 24 horas. “Al final del camino qué… angustia, dolor, incertidumbre, muerte, vida, vida, vida, vidaaaaaaa». Qué me pasa por qué no me deja tranquilo estos pensamientos. «Mica que hermosa estás, ¿hacia dónde vas, te acompaño? Sí, qué bien me siento a tu lado. ¿Te ruborizan mis palabras? Soy directo Mica, quiero tener hijos contigo, pero hijos de verdad, de sudor, de trabajo, de lucha, de amor, amor amor, amorrrrrrrrr”.
“Papi, tengo frío, ¿por qué llueve mucho, papi?” “Las plantitas han pedido a ‘Tayta Dios’ agüita contra su sed, mucha sed tienen las planitas y necesitan la agüita santa para crecer, mi chiuchicha”.
De pronto, de lo profundo de una de las esquinas de la reunión, aparecieron reflejos de luces multicolores y con palabras pausadas comenzó a hablar: No porque grites con tono amenazante y voz estentórea, o con bravatas vas a intimidar a los presentes, eso no se puede permitir –dijo el Arco Iris–. Y demostrando serenidad y poderío parpadeo, y con ello surgió un enceguecedor haz de luz multicolor que sorprendió a todos.
–¿Quién se atreve a cuestionar mi enérgico trato? –. Refutó el viento maligno.
–¿Enérgico trato? Amenazante e imperativo. Eso es, no otra cosa. ¡Ja!
Los demás guardaron un silencio atemorizado, nadie hablaba, ni siquiera murmuraban, era el encuentro entre la bestia y la bella nobleza de pueblo.
“Ya casi llego, vamos Isidro, vamos, nuestras vidas corren peligro…” ¿Qué pasa, papi? ¿En qué piensas? Rápidamente volvió a la realidad y siguió caminando con más premura. “La suerte está echada, qué hacer… ¡Ya…!” De pronto en su imaginación apareció una idea que iba tomando cuerpo a medida que apresuraba más el paso, esta vez con su niño sobre los hombros. “Cómo no lo pensé antes. Claro, es el único que puede enfrentarse a la desdicha y las fuerzas naturales bien lo saben, bien, sigamos. Dame fuerzas hijo mío”.
¡Abuso! ¡Abussso! ¡Abusssivo! ¡Abusssiiivo! Se inició con un poco de temor, pero de pronto el coro se hizo más contundente y el coro aumentó, hasta que todos los asistentes no se cansaban de gritar ¡ABUSIVO!
¿Habrá llegado ya? Y Misaelito ¿Cómo estará? La preocupación cundía en la mente de Micaela, la Madre. El día nos lo dirá, la noche nos apaciguará el alba nos anunciará, pero la maldad no triunfará. Lo sé, lo tengo vista la mañana de triunfo, ¡vamos Isidro, Misael, vamos! Ustedes allá, yo aquí, vamos.
“Eres abusivo y lo repito, abusivo”. Nadie se había atrevido encararlo así. Siempre la tirana tormenta, como emperatriz japonesa, con su endeble hermano la ventisca del oriente, impartían poder intimidando, con broncas palabras, todo mando, nada de solicitud ni pedido, pero ahora la luz multicolor se levantaba al centro de los más que esperaban un líder para poner fin a tanto abuso. Empeñarse en destruir la chocita de Mica e Isi y de su pequeñín Misaelito, qué abuso.
Ya está mi hijito, ya llegamos, este es el inicio del riachuelito, mira la serpentina multicolor que sale de ella, derechito al cielo, en curvita como adorno, como adornando la mañana, la tarde, la noche también, solo que no se distingue, pero allí esta, Misael, allí está”. Habían llegado. De inmediato Isidro, dejando al pie de la poza de donde emergía el agua del riachuelo, se arrodillo al pie y ofreció una plegaria al Apu, primero y luego al Arco Iris. Éste, escuchó con atención todo lo dicho por Isidro y le dijo que volviese con mucho cuidado, ya no por el camino que habían llegado, sino por la senda de occidente que él lo había construido al saber que venían. “Vayan con Dios”, les había dicho. Y regresaron.
Nunca más tu presencia, tirana tormenta. Ya no más. Ni una más, ninguna. Todos estamos contra ti. ¡O no es así…” –prácticamente gritó el Arco Iris, el símbolo de Paz y fortuna–. Al unísono todos los presentes corearon: “Síiiiiiii… Nunca más, ni una másssss.”
La bronca tormenta oriental y su séquito se retiraron cabizbajos, pero a la espera de malévola oportunidad futura, que, según ella, pronto llegaría.
En casa Micaela cargando a su niño y al lado de Isidro, su esposo, empezaron a reparar a la noble chocita dándole las gracias y apuntalando sus fuerzas para una posible arremetida, como previniendo, porque con un descuido el temible sol naciente del oriente y su bronca tormenta, que han dejado intrusos aquí, pueden revivir sus ansias de dominio y tiranía y ahí sí que nuestra fortuna sucumbiría.
Autor: Faustino Dávila Rondinel